Es sólo una coincidencia pero entusiasma a los supersticiosos aficionados de los 'Bafana Bafana'. Steven Pienaar, versátil centrocampista ofensivo del Everton, comparte apellido con Francois, el líder de los 'Springboks' que se ganaron el cielo al conquistar el Mundial de rugby que Sudáfrica albergó en 1995.

Tres lustros después, el país de Nelson Mandela organiza por vez primera un Mundial, en este caso de fútbol. Y soñar es gratis. Ambos son capitanes, ganadores, pero no familiares. El del balón ovalado es rubio y el del esférico, negro, como casi todos los futbolistas en Sudáfrica. No lo saben pero quizá tengan algún parentesco lejano, de tiempos coloniales. Steven, de 28 años, nació casi jugando en la calles de Johannesburgo, "como cualquier otro chaval de Sudáfrica". La pelota servía para descargar adrenalina y escapar de una rutina de miseria. Un desahogo.

Como en los cuentos de hadas, un día se le apareció un señor y le preguntó si quería entrar una academia de fútbol. "Primero le respondí que no, porque lo único que quería era quedarme donde estaba", cuenta Pienaar en una reciente entrevista al sitio FIFA.com. Entonces, ese tipo perseveró y se fue a hablar con su madre. Él no lo supo hasta que le llegó la hora de empezar el bachillerato y su progenitora le dijo: "No vas a ir al instituto, te vas a la otra escuela. Y así empezó todo", recuerda.

Inicios en el Ajax

Marchó hacia el sur para recalar en el Ajax de Ciudad del Cabo, uno de esos clubes satélites que el gran Ajax de Ámsterdam 'apadrina' para poder luego alimentar su inagotable cantera. Con sólo 18 años firmó un contrato de cinco temporadas por el equipo holandés. Tal era su talento que enseguida llegó al primer equipo bajo las órdenes de Ronald Koeman. Ganó dos títulos de Liga y también disputó doce partidos de la Liga de Campeones, donde el Ajax alcanzó los cuartos de final. Su gol ante el Milan no pudo evitar la eliminación.

Ni siquiera una grave lesión de rodilla truncó su progresión geométrica. En 2006 conoció la Bundesliga con el Borussia Dortmund, donde aterrizó para reemplazar nada menos que a Tomas Rosicky, el checo que iba a triunfar en el Arsenal. Le costó dejar su sello en Alemania y aceptó irse a préstamo al Everton, el segundo gran club de Liverpool. Gracias su técnica, su habilidad, su desmarque, su facilidad para encarar en el uno contra uno y su capacidad innata para dar el último pase, convenció al entrenador David Moyes para quedarse en Goodison Park. Es el clásico delantero reconvertido en volante, que se siente cómodo en ambas bandas. "En su juego se ve mucho del 'fútbol callejero', una constante en sudamericanos y africanos. La lesión de Mikel Arteta le permitió disfrutar de más protagonismo.

Internacional desde las categorías inferiores, Pienaar debutó con la absoluta ante Turquía, en mayo de 2002. Fue convocado para el Mundial de Corea y Japón pero su presencia fue más bien testimonial. Jugó contra Ghana, ya en la clasificación para el Mundial de Alemania, y los 'Bafana' vencieron 3-0. Desde entonces es fijo en las convocatorias.