Park Ji-Sung ha tenido que pelear desde pequeño contra los prejuicios. Quizá por ese afán de superación se ha ganado el apodo de 'tres pulmones', demostrando que es capaz de estar corriendo a un ritmo infernal durante prácticamente los 90 minutos. El coreano bromea con que es la dieta de verduras encurtidas, típica de su país, la que le proporciona ese plus de energía que le convierte en un motor para su equipo, el Manchester United.

Las marchas de Cristiano Ronaldo y Tévez del equipo, auténticas luminarias, han abierto la puerta del protagonismo a un futbolista de perfil bajo pero que muestra una fidelidad a ultranza y una capacidad atlética que acaba seduciendo a Alex Ferguson, su entrenador, cuando se topa con partidos seriamente atascados.

Pero la vida de Park no siempre fue tan maravillosa como hoy en día, cuando se erige como el mejor futbolista de Asia y el cabecilla del combinado de Corea del Sur, que tan buen papel hizo en el Mundial en el que ejerció como anfitrión, como Japón, bajo la mano diestra de Guus Hiddink, uno de sus padres futbolísticos. Cuando era joven, le decían que era demasiado bajito para triunfar en el deporte. Su afán de superación le llevó a alternar su pasión con los estudios, hasta que desde Japón le arrojaron un cable para agarrarse a la competición de mayor fuste del sector. Formó parte del Kioto Sanga y pero su evolución no acababa de llamar la atención de los cazatalentos europeos, hasta que Hiddink se cruzó en el camino.

Hiddink, su valedor

Corea del Sur organizaba el Mundial 2002 y la federación local dio las riendas de su selección a todo un veterano como el técnico holandés, viejo conocido del fútbol español por su paso por el Valencia y el Real Madrid. Hiddink configuró una preparación propia de club más que de equipo nacional, y se presentó en la Copa de Mundo con una Corea demoníaca en la presión y capaz de pintarle la cara a cualquier combinado. Beneficiada también de controvertidas decisiones arbitrales, como las acaecidas en su duelo con España, cayó en semifinales frente a Alemania. Park había conseguido que se apuntara su nombre en muchas libretas de rastreadores de fichajes.

Park recogió la llamada de un club de gran palmarés pero que afrontaba una Liga menor. El PSV Eindhoven trataba de reverdecer laureles, comiéndole el terreno al Ajax y al Feyenoord en el campeonato regular. Hiddink resultó capital en su contratación por el club de su alma. El coreano forjaría una versión más madura y completa de sí mismo, ganaría la 'Eredivisie' y provocaría que un club mastodóntico se planteara adquirir sus servicios: el Manchester United.

La maniobra fue considerada por periodistas ingleses como mera parafernalia comercial, debido al interés de los 'diablos rojos' por abrir su marca al mercado asiático. Park luchó contra el prejuicio desde el primer día, demostrando que si bien no podía alcanzar la talla de figura mundial, sí podía convertirse en una pieza indispensable del engranaje del United.

De la mano de Ferguson no sólo lo ha ganado todo, sino que ha catapultado su importancia en encuentros muy complicados. En plena madurez, recoge las riendas de una Corea del Sur que fracasó en el Mundial de Alemania pero que ha tenido una fase de clasificación inmaculada. Park es el orgullo de Asia y pero jamás se ha dejado embriagar por las mieles del éxito. Se sigue sintiendo ese niño al que no le dejaban jugar por ser demasiado menudo.