Hambre:«Apetito o deseo ardiente de algo».Ésa es la tercera acepción que el Diccionario de la Real Academia recoge para esta palabra y que encaja a la perfección con Samuel Eto'o (Nkon, 10-3-1981). Porque el camerunés, uno de los mejores jugadores africanos de todos los tiempos (el único que ha conseguido el Balón de Oro del continente en tres ocasiones), posee un inmenso afán por triunfar, por martirizar al rival a base de goles. En todos los equipos que ha militado, desde aquel Leganés en Segunda (1997) hasta el Inter, ésa ha sido su seña de identidad. Es un león en el terreno de juego.

Polémico en ocasiones, famosa es aquella sentencia de «voy a correr como un negro para vivir como un blanco», esos incendios derivan de su ansia por conquistar el mundo, por ser el rey del balón, pues se trata de un profesional intachable, con una ambición pocas veces vista. Da igual lo que se le ponga por delante, él, atlético, fuerte, veloz, casi siempre logra lo que se propone. Un ejemplo: estuvo fuera del Barça en el verano de 2008, Guardiola le puso el temido cartel de transferible, pero con sus espléndidas actuaciones en la pretemporada se ganó la confianza del técnico y, cosas de la vida, resultó decisivo en la conquista de la Liga de Campeones en Roma, en mayo de 2009.

Ése es uno de los múltiples títulos que engalanan su palmarés, timón de una Camerún que en este Mundial parece claro que pasará la primera ronda en un grupo compartido con Holanda, Dinamarca yJapón, que se tomó el fútbol en serio -aún más- por una casualidad.Era un chaval, estaba en la grada del estadio para seguir el duelo entre su país y Zambia y Roger Milla, mítico delantero, tiró una camiseta. ¿Quién la cogió? Sí, Eto'o, que también luce ese apetito fuera del césped.

Lo hace con la creación de una fundación para 'regalar' a los niños de la calle un futuro mejor.Incluso algunos militan en las categorías inferiores del Barça, equipo en el que dejó un gran sello.Como está dispuesto a plasmarlo en el Inter, donde arrancó bien, se estancó unos meses -proceso de hibernación-, y ha vuelto a estallar, en pleno camino hacia el Mundial. En Milán ya ha abierto un hueco en el corazón de su hinchada, como él sabe, en el campo. «El afecto del público no se puede inventar. Tengo que conquistar a la afición en el terreno de juego», proclamó en su presentación, cuando se negó a besar el escudo del equipo, al contrario de la maniobra de su sustituto Ibrahimovic en el Barça. Y lo ha conseguido. Con su apetito por triunfar.