REPORTAJE
Mucho más que manías
Ignacio Tylko, enviado especial a Johannesburgo - 15/06/2010
No cantar el himno de tu país, acudir a astrólogos, utilizar la misma ropa interior, rezar, bendecir los alimentos, prohibir comer pollo, vendarse diferentes partes del cuerpo y hasta orinar en el mismísimo campo de fútbol, como hizo el portero argentino Sergio Goycoechea antes de la famosa tanda de penaltis contra Italia en las semifinales del Mundial del 90.
La historia de los mundiales nos deja un sinfín de ritos, cábalas y supersticiones que jugadores y entrenadores emplean, a menudo, convencidos de que así obtendrán una fuerza psicológica extra para lograr un buen desempeño en los partidos. No hay pizarras, ni tácticas, ni extremos, ni el dichoso doble pivote defensivo que valga. Se trata de creencias personales, religiosas o costumbres populares relacionadas con la fe, la tradición de un país o, simplemente, la buena o mala suerte.
Descubría recientemente la agencia AFP que John Terry, a quien Fabio Capello retiró la capitanía de Inglaterra tras descubrirse su lío de faldas con la modelo Vanessa Perroncel, novia de su mejor amigo, Wayne Bridge, se sienta siempre en el mismo lugar del autobús, se da tres vueltas de cinta alrededor de las medias y escucha siempre el mismo CD camino de los estadios.
Mario Gómez, el delantero alemán de origen granadino, confiesa que no entona el himno nacional en la previa de los partidos, algo que no está para nada bien visto en el seno de la 'Mannschaft'. Se le olvidó hacerlo un día, cuando era juvenil, y como luego anotó un gol decidió que le traía suerte.
Kolo Touré, defensa de Costa de Marfil y del Manchester City, entra siempre el último al campo. Una costumbre que le costó incluso una tarjeta amarilla en un partido de Liga de Campeones entre el Arsenal y el Roma. Esperó tanto al rezagado Gallas que al árbitro se le agotó la paciencia de soportar su superstición. Su compatriota Paul Ince abandonaba el último el vestuario, salía a toda pastilla y se ponía la camiseta ya en el campo. Y al bueno de Ronaldo, el ariete brasileño, le daba por no disparar a portería en los calentamientos para "no gastar" los goles. Un curioso método que también practicaba el inglés Gary Lineker.
El calzoncillo de Higuita
Gatusso, el correcaminos italiano, usa el mismo suéter desde el primer día -se supone que lo lava-, aunque la temperatura cambie. Peor es la manía del rumano Mutu, quien utiliza siempre la misma ropa interior en los partidos. René Higuita iba todavía más lejos. El mítico portero colombiano se ponía siempre un calzoncillo azul, el que le levó a la cumbre de América con el Nacional de Medellín.
A otros les da por los vendajes. Verón, veterano centrocampista argentino, sufrió una lesión en 1997 que le obligaba a encintarse una rodilla. Le trajo suerte y nunca más dejó de utilizar ese amuleto. Más descarado era lo del chileno Iván Zamorano. Jugaba con la mano derecha vendada desde que un día sufrió unos dolores, le colocaron la bendita protección y firmó un 'hat trick'.
Las historias de los técnicos resultan todavía más alucinantes. La manía persecutoria de Luis Aragonés al amarillo es una broma comparada con lo que les ocurre a algunos de sus colegas. Raymond Domenech, el seleccionador francés, confía sus corbatas a su astróloga personal. Igual que el ex portero argentino Ricardo La Volpe, seleccionador de México que en 2006 puso de moda las corbatas con motivos de dragones.
Vírgenes y agua bendita
Carlos Bilardo, seleccionador de Argentina en 1986 y 1990, se sentaba en el banquillo con una estatua de la virgen de Luján. Y prohibía luego a sus jugadores comer pollo en las concentraciones. También exigía máximo respeto en la vestimenta, en los sitios fijos del autobús y en las rutas hacia el campo. Ojito si el chófer se desviaba. El terrible grito de '¡pisarlo!', cuando el deportivista Albístegui sangraba por la nariz en un duelo ante el Sevilla, se ha hecho tradición en las gradas de muchos campos.
Cuentan que el italiano Giovanni Trapattoni, seleccionador de Irlanda en las eliminatorias previas al Mundial de Sudáfrica, se rocía con agua bendita que le envía su hermana monja. Aymoré Moreira, técnico de Brasil en el 62, se hizo famoso por vestir una camiseta con un lagarto bordado en el pecho. Su hijo confesó que le ayudaba a ganar partidos.
El '13' no siempre simboliza la mala suerte. Mario Lobo Zagallo, ex jugador y seleccionador de Brasil, amaba ese número y jugaba con él por su devoción a San Antonio, cuya fiesta se celebra el 13 de junio.
Mucho más joven, el francés Laurent Blanc, hoy entrenador del Burdeos, recuerda que, cuando era capitán de la Francia campeona del 98, besaba siempre la calva de portero Barthez. Y que en los prolegómenos de los partidos se escuchaba el exitoso 'I will survive' de Gloria Gaynor. Símbolos de supervivencia.
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