Elecciones EEUU 2008

ESTAMPAS de los estados unidos

¡Obama para La Habana!

Concentrados en el restaurante Versailles, bastión del exilio cubano, los caribeños de Miami se preparan para la victoria del afroamericano aunque apoyan a McCain

OSKAR L. BELATEGUI Enviado especial Miami (Florida) | 31 de octubre de 2008

Bush y Clinton han comido en el Versailles. «McCain estuvo hace poco. Se tomó un cafecito no más». El restaurante de la Calle 8 de Miami, en plena Little Havana, no es un sitio de postín. Sus precios son populares: a siete u ocho dólares (alrededor de seis euros) el plato de ropa vieja. Bordan el picadillo, el lechón, las natillas y el fricasse de pavo. El Versailles es desde su inauguración, hace 34 años, el epicentro del exilio cubano en Miami. Cuando en agosto se le dio por muerto a Fidel Castro vinieron 15.000 personas a celebrarlo. La Policía tuvo que cortar la calle. Felipe Valls Jr., hijo del fundador, revela que las principales televisiones han alquilado su espacio en el local para ese día, en el que Miami brindará con champán. «La CNN, la NBC, la BBC... Tenemos un libro de reservas para asegurarles sitio en el aparcamiento».

La Calle 8, Celia Cruz Way, no se corresponde con la imagen tópica de la ciudad, grabada en el imaginario colectivo gracias a "Corrupción en Miami". Los neones pastel, las rubias y los descapotables están en South Beach, una península a media hora del "downtown". Miami es una urbe desmesurada de 2,5 millones de habitantes que ha ido sumando barrios: Coral Gables, Coconut Grove, Hollywood... Más del 60% de su población es latina. Se habla español sin preguntar «¿Do you speak Spanish?».

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HASTA EL CIELO. Cubanos residentes en Miami charlan a las puertas del restaurante Versailles. / AP

La Pequeña Habana aparece tan desvencijada como su homóloga cubana. Se alternan casas de empeño, cigarrerías, concesionarios de coches usados y restaurantes tan cutres que parecen cerrados. Suena merengue y reguetón. Los supermercados venden comida para llevar: chicharrones, pasta de bocadito, pan con lechón. En "La Vasca", una bandera española anuncia "productos y alimentos de España" en una combinación que haría las delicias de "Vaya semanita". El Teatro 8 presenta doble función: "Ellas quieren y él no puede" y "No me lleven para el home (asilo)". Un cartel -en castellano, por supuesto- alerta: «1 de cada 182 latinos en Miami vive con sida. Busque tratamiento».

«Little Havana era el destino de los cubanos al llegar a Miami, pero al ganar dinero se iban a vivir a otro sitio. Ahora hay más sudamericanos». Esteban Zamora, Stevie, vino a EE UU en 1960 huyendo de la Revolución. «Ya no tengo nada allá». Regentó durante 35 años un hotel en South Beach, «cuando no había más que una playa». Pasa los días en la recepción del St. Michel, un decrépito establecimiento que mantiene el encanto "belle epoque" del Coconut Grove dorado, pese a estar encajado entre bloques de oficinas y parkings. «Se construyó en 1925. Vinieron artesanos marroquíes para hacer los azulejos».

Esteban, como todos los cubanos mayores de Miami, alimenta la nostalgia de un país idílico y "glamouroso" en la era Batista. Sin ir más lejos, "The Miami Herald" -con edición en español- informa de la reunión de los trabajadores supervivientes de "El Encanto", unos grandes almacenes de La Habana prerrevolucionaria. María Félix y Lana Turner se vestían allí antes de que los saquearan y quemaran en 1961. Esteban se enfada ante la insinuación de que la ciudad era el burdel de EE UU.

Aprecio por Biden

«Cuba era rica entonces y ahora... Tenemos que sufrir la ignorancia del propio pueblo cubano, del norteamericano, que se limita a establecer el embargo, y del europeo, que ve a Fidel como una figura carismática. Él ya es sólo un símbolo, cuando muera no pasará nada. Sólo ocurrirá algo cuando se vaya Raúl Castro, si algún comandante no se cansa antes y levanta el teléfono». Esteban, al igual que el resto de la colonia cubana, votará republicano. «A Obama le viene grande la mesa de presidente, y su mujer, negrísima, le resta votos. Va a salir elegido, pero no durará demasiado. Le van a matar. Y le sucederá Joe Biden, que sí será un buen presidente. Lleva años en los círculos diplomáticos».

Explica que no siempre los cubanos votan republicano. «Los ricos se inclinan por los conservadores y los pobres por los liberales, pasa en todo el mundo». No están muy felices con Palin, «esa payasa que es el hazmerreír mundial», y se sienten con poder en el Gobierno de la nación. «Dos senadores y cuatro congresistas son cubanos, no hay otra comunidad de emigrantes con tantos representantes. El alcalde de Miami es cubano».

Delante del Versailles sigue la bulla. Cada día se concentran opositores castristas, no por exaltados menos entrañables. Marta se planta horas con sus banderas de EE UU y Cuba, forrada de carteles de Mc Cain. «Fusilaron a mi marido en 1962. Pasé cuatro días en una barca hasta que me recogieron en Cayo Hueso. En Cuba no trabajaba y aquí me tuve que poner a coser como una loca, pero este país ha sido bueno». Marta se revela un pelín racista: «¿Pero tú has visto ahora cómo son los hombres en Cuba, con esos morros? Son africanos, no cubanos, negros que trajo Fidel del Congo. Y las mujeres, con esos tatuajes...».

Los coches pitan al ver el tenderete rojiazul. Alguno grita a favor de Obama. «¡El coño de tu madre! ¡Obama para La Habana!», replican los concentrados. Es ver una grabadora y apelotonarse para soltar teorías. A Fidel le tienen "frisado" (congelado) y es García Márquez el que le escribe los discursos. El comunismo es un cáncer, y Zapatero, comunista él, no sabe que el dinero que manda a Cuba se lo queda Fidel, el hombre más millonario del planeta. «Hasta tiene dos cámaras de oxígeno que no las hay en EE UU». Obama es socialista. Chávez, otra bestia negra aleccionada por Castro.

A Irak por las becas

«¿Por qué la popularidad de Obama y los índices de Wall Street se mueven en direcciones contrarias? ¿En quién confían los inversores?», se pregunta Raimundo Couret. El secretario de la Vigilia Mambisa, «organización patriótica cubano-norteamericana pro derechos humanos», aventura «suicidios en Cuba» cuando muera Fidel. Consiente en que Bush es «un hombre de vergüenza, viejo y agotado». «La guerra no es de recibo, hasta España le ha abandonado. Nuestros jóvenes van a Irak porque así reciben becas. Se casan antes por si les pasa algo, así la mujer recibe la pensión». Raimundo la fastidia cuando entrega un ejemplar del "Diario Nacional", con titulares que parecen sacados de "El Jueves": «Barack Obama recibe 200 millones de dólares de Oriente». «¿Cómo se sentirían los judíos con un candidato de apellido Hitler?».

En el cruce de la Ocho con la Quinta, ya no se escuchan consignas del tipo «si Barack es comunista, que me pongan en la lista». Los viejos juegan a dominó. Una oficina de McCain reparte carteles para plantar en el jardín. Verónica Cervera, una agente inmobiliaria con abuelos en Santander, defiende que el candidato es honesto hasta el punto de haber sido crítico con su propio partido. Planea volver a Cuba. «Yo sólo quiero llevar allí a mis hijos al colegio que yo quiera. Y que pueda hablar en el Malecón como lo estoy haciendo hoy contigo sin que me metan en la cárcel».

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