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ESTAMPAS de los estados unidos

Entre Sinatra y los Soprano

Hoboken, la localidad de Nueva Jersey donde nació "La Voz" y se rodó "La ley del silencio", ha tenido suerte al convertirse en ciudad dormitorio tras su desmantelamiento industrial

OSKAR L. BELATEGUI Enviado especial Nueva York | 21 de octubre de 2008

«¿Sabes? Aquí se rodó "On the Waterfront", la película aquella con Marlon Brando. Todos estos muelles eran de madera y estaban llenos de industrias. Hoboken era un sitio divertido». Freddy Caravagio -59 años que parecen 70- pesca cangrejos en el Hudson con la mirada perdida en el "skyline" de Manhattan. "On the Waterfront" se tituló en España "La ley del silencio", y viendo la silueta del Empire State a lo lejos se comprende mejor su título original: "En los muelles". Elia Kazan contó la agonía de Brando enfrentado a los mafiosos que imponían sus reglas en el puerto de Nueva York. Aquellas brumas en blanco y negro han dado paso a un soleado paseo marítimo. La gente hace footing por los carriles-bici empujando a la carrera cochecitos de niño.

El Paseo Frank Sinatra advierte sobre la gloria local: en Hoboken nació un lejano 12 de diciembre de 1915 "La Voz". El estado de Nueva Jersey también es la tierra de Bruce Springsteen, que todavía se deja caer por la cercana Freehold. Sólo un brazo de agua lo separa de Manhattan, aunque en realidad la distancia se mide en años luz. "El estado jardín", presumen las matrículas de los coches. Pero Nueva Jersey significa chimeneas, aguas marrones, pitidos fabriles, maquinaria pesada y casas baratas. Territorio "blue collar" (cuello azul, por el mono de trabajo), frente a los "white collar" (cuello blanco), que van con corbata a la oficina. «Tenemos que salir de esta ciudad mientras seamos jóvenes, tú y yo hemos nacido para correr», cantaba Springsteen en "Born to Run".

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HIJO ILUSTRE. Paseo Frank Sinatra en homenaje al cantante nacido en Hoboken en 1915. / FOTOS: O. L. BELATEGUI

Hoboken ha tenido suerte tras su desmantelamiento industrial. Se ha convertido en una pintoresca ciudad dormitorio con neoyorquinos que en Manhattan no podrían soñar con una casita victoriana con jardín. Hasta hay camisetas con la broma "Hoboken. El sexto distrito de Nueva York". Leen "The New York Times" y lucen una pegatina de Obama en el Honda Civic híbrido. Han conseguido echar a gente como nuestro Freddy, que después de 23 años en Hoboken se ha tenido que mudar a Jersey City porque no le llegaba para el alquiler. Conduce un bici-taxi. «He hecho de todo, sobre todo en la construcción, pero ahora sólo hay trabajo en California, y no me da la gana tener que aprender chino para entenderme con mis compañeros».

Freddy presume de sus orígenes italianos y puertorriqueños. Cuando Sinatra vivía en el 415 de Monroe Street había batallas campales entre los italoamericanos y los irlandeses. Una estrella en el pavimento recuerda al cantante. "De aquí a la eternidad" se lee en la casita que reemplazó a su hogar original. Sinatra se marchó a California cuando empezó a triunfar, y sólo regresó a Hoboken 40 años después, acompañando al presidente Reagan en 1984. Dos calles más allá, la pastelería Dom"s asegura que siguió enviándole repostería durante décadas. El dueño del restaurante Piccolo, Joseph "Sparky" Spaccavento, ha tapizado las paredes con cerca de trescientas fotos y cuadros de Sinatra.

«¡Esa puta mentía!», contesta cuando se le pregunta por un cartel que reza "Está bien Frank, te queremos. Ese libro miente". Tiene que ver con una escandalosa biografía escrita por Kitty Kelley en los ochenta, que no dejaba muy bien parado al ídolo en su relación con las mujeres. En Hoboken hay mucho restaurante italiano con fotografías enmarcadas. Del Papa Wojtyla y otras en las que el dueño aparece con astros italoamericanos: Robert de Niro, Danny Aiello, James Gandolfini... Y reservados en penumbra equipados con karaoke, en los que uno imagina que, a los postres, se canta ebrio "O sole mio". Después de todo, según la leyenda, Sinatra inspiró el personaje de Johnny Fontaine en "El padrino".

Encanto mafioso

El siniestro encanto mafioso lo ha perpetuado la serie "Los Soprano", que rueda sus exteriores en Queens y Hoboken. Las vistas al atravesar el túnel Lincoln resultan conocidas: fueron los títulos de crédito de la serie durante siete temporadas. El guitarrista de la E Street Band Steve Van Zandt -también de Nueva Jersey- encarna al inquietante Silvio Dante, dueño del club Bada Bing, que al natural se llama Satins Doll Club. Frank Bongiorno podría ser el nombre de un capo de Cosa Nostra, pero corresponde al de un afable artista y diseñador local que vende camisetas en Washington Street.

Frank fue noticia en los periódicos hace un par de meses al ser víctima de una "caza de brujas" que recuerda a las paranoias anticomunistas del senador McCarthy, precisamente al que Elia Kazan justificó de tapadillo en "La ley del silencio". Sus diseños ponen a prueba la corrección política: Obama aparece en los billetes de dólar, como George Washington. «Él también será el primer presidente. Negro», explica Frank. "Nacido en EE UU. Fabricada en Corea", se lee en otras camisetas, que también juegan con el rostro de Sarah Palin y la expresión "Re-public-cain". Demasiado para una viandante, cuya indignación logró que la Policía levantara el tenderete.

«Dijo que estaba indignada porque me burlaba de la bandera por la que había luchado su marido en Vietnam. Bueno, yo tengo 76 años y estuve en Corea, de donde, por cierto, los americanos salimos corriendo. Sólo quiero agitar conciencias y que la gente piense en esta era de Internet, porque creo que está peor informada que en los 70». Frank recuerda que en los 80 quebraron en Estados Unidos casi 800 cajas de ahorro y que en octubre de 1987 se vivió una caída bursátil mayor que la de ahora. «El Dow Jones cayó 500 puntos ¡en un solo día!». Está convencido de que Obama ganará. «Y seguirá habiendo un Osama bin Laden que nos recuerde que salimos de las cavernas. Y Policía para todo, hasta para vender ropa».

Freddy Caravaggio recoge sus bártulos de pesca y señala un imponente edificio asomado al Hudson. Durante casi un siglo, sir Thomas Lipton cimentó desde aquí el imperio del té con los fardos que llegaban en barcos. También descargaban las remesas de emigrantes que construyeron América. Hoy el Lipton Tea Building acoge lofts de lujo. «¿Si voy a votar? No lo sé, unas veces he ido y otras no. Soy escéptico, pero sé que esta época mala, con bancos cerrando, pasará como pasaron otras. No depende tanto de los políticos, sino de circunstancias que se dan. Yo creo en Dios y en la gente. Volveremos a ser lo que fuimos».

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