Elecciones EEUU 2008

ESTAMPAS de los estados unidos

Caos en Wall Street

"Traders", "traineers" y "masters del universo" controlan las entrañas del epicentro
financiero mundial, la segunda industria de Nueva York tras el turismo

OSKAR L. BELATEGUI Enviado especial Nueva York | 20 de octubre de 2008

Una muchedumbre toma las escaleras del Museo Federal Hall en Wall Street, tal como ocurrió en el crack de 1929. No han perdido sus ahorros, más bien están aquí para gastárselos. Los turistas han convertido el distrito financiero de Nueva York en una parada entre el solar del World Trade Center y el Battery Park, punto de salida de los ferrys que conducen a la Estatua de la Libertad. Lo que no es tan habitual es la presencia de decenas de emisoras de televisión, con reporteros que cazan al vuelo a ejecutivos para preguntarles por la crisis. De fondo de sus retransmisiones, una gigantesca bandera americana cubre la fachada de la Bolsa de Valores, ostentosa imitación de un templo romano.

Wall Street es una calle umbría y caótica, a semejanza de la actual economía estadounidense. Además de policía, prensa y ejército, un batallón de obreros armado de martillos neumáticos la destripa ajeno a las convulsiones financieras. Hay un concesionario de BMW y una sucursal de Tiffany"s donde hasta hace no mucho abrían sendos bancos. Riadas de empleados llegan del ferry que les trae de sus domicilios en Queens y Brooklyn. Los que ocupan los despachos en las últimas plantas, los "masters del universo", aterrizan en helicóptero-taxi junto al muelle.

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HOMBRE ANUNCIO. Wall Street es un auténtico torbellino. Policías, efectivos del ejército y periodistas ocupan buena parte de la arteria neoyorquina, en la que no faltan ofertas hasta para la compra de oro. FOTOS: O. L. BELATEGUI

Entran a trabajar a las seis y media de la mañana. El mercado abre a las nueve y cuarto, pero primero hay que hablar con los operadores de Londres y Tokio. «Es el "morning call", antes del "research" y la lectura de la prensa especializada», explica Pam, que nos introduce en la jerga. Los recién salidos de la universidad, los becarios, son los "traineers". Ninguno mete menos de diez horas. Los "traders" operan en el mercado y dan las órdenes de compra y venta. Hay analistas que pueden irse a casa a las cinco. Todos devoran un sandwich en su mesa o se compran un perrito en los carritos que pueblan las esquinas del distrito financiero. Se sientan en los bancos del parque Old Slip, encorvados sobre sus blackberrys.

La jornada concluirá en los gimnasios de la misma calle, el Equinox y el New York Sports Club, abiertos las 24 horas. Cada cinta de correr y cada bicicleta estática cuenta con una pantalla de televisión para seguir el canal Bloomberg. Sudan sin perder de vista las cotizaciones. Pam recuerda que, tras el turismo, Wall Street es la industria más importante de Nueva York. El término no sólo se refiere a la calle o al edificio de la Bolsa, la Stock Exchange. «Wall Street engloba a un grupo de instituciones financieras que muchas veces ni siquiera están en Nueva York. Si yo tuviera 20 millones de dólares para cotizar en bolsa, también sería Wall Street».

Aquí, los colonos holandeses construyeron en el siglo XVII una barrera de madera para proteger Nueva Ámsterdam de los indios y los británicos (en realidad, la erigieron para que los esclavos negros no se escaparan). Aunque la muralla desapareció, el nombre de la calle sigue recordándola. «Ésta es la parte más vieja de la ciudad, por eso las calles son tan estrechas y esquinadas», observa Amy, otra empleada de una firma de inversiones que, al igual que Pam, prefiere que no aparezca el nombre de su empresa: «No estoy autorizada a hablar con la prensa».

Cómicos en el desastre

Quienes sí tienen ganas de hablar son los manifestantes que corean juegos de palabras: «¡Dinero para Main Street (la calle Mayor) y no para Wall Street!» y «Jaim them, not bail them!» (¡Encarceladlos, no les deis una fianza!). Bajo la estatua de George Washington -aquí juró como presidente y se reunió el primer Congreso de Estados Unidos-, un oficinista de gesto serio porta un cartel pidiendo que el "bailout" -la fianza de 700.000 millones de dólares (500.000 millones de euros) con la que el Gobierno pretendía reactivar la economía- se lo den a él. Es un actor cómico que consigue unos dólares riéndose de una catástrofe nacional. Mundial.

La mejor metáfora de Wall Street es esa zanja que se asemeja a una operación quirúrgica para sanarla. Uno de los obreros, Carlos, no entiende de "bailouts" ni de "stocks exchange". «Sé que ahí dentro hay problemas y que nos pueden afectar a todos, pero ya veremos lo que ocurre. Llegué hace doce años de El Salvador y mis seis hermanos vinieron después. Estoy legal, con permiso de trabajo. Y tengo una hija de ocho años que es americanita. Sólo le doy las gracias a este país que me ha permitido una vida mejor».

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EN EL TAJO. Un batallón de obreros mantiene tomada la histórica calle. CONTRASTE. Matilde, vendedora de ponchos, asegura que el gran número de turistas ha mitigado la caída de las ventas por la crisis. FOTOS: O. L. BELATEGUI

La crisis ha afectado hasta a la propia fisonomía de la calle. Muchas empresas cambiaron su sede tras el 11-S. Las oficinas dan paso a apartamentos con alquileres más económicos que en otras zonas de la ciudad. Sin ir más lejos, en el Lower East Side, que hasta hace poco parecían las "Malas calles" de Scorsese, Idoia, una española que vive desde hace ocho años en Nueva York, paga 2.200 dólares (1.635 euros) al mes «por un cuchitril con cucarachas». En los bajos, galerías de arte y bares de copas para modernos. El mercado de alquiler y compra de viviendas lleva meses parado, por eso en Wall Street se pueden conseguir pisos por 2.000 dólares, con el inconveniente de sortear los controles policiales en la puerta cada vez que vuelves a casa.

Matar al mercado

«Vivimos tiempos convulsos, pero ya ha ocurrido otras veces», tranquiliza Amy, que, contra todo pronóstico -Nueva York siempre vota demócrata-, desconfía de Obama y recita de carrerilla su apología del libre mercado: «Esta crisis influirá en las elecciones y, sobre todo, en las leyes reguladoras que se aprobarán después. Obama culpa a los excesos del librecambismo, dice que las teorías de Milton Friedman han fracasado. Yo creo que más bien es lo contrario. Las dos firmas que concedían hipotecas basura, Fannie Mae y Freddie Mac, cuya quiebra ha hecho un daño brutal al sistema, lo hacían por mandato del Gobierno. Sobrerregular el mercado es matarlo. Y cada vez que nosotros temblamos, como en la bancarrota de Enron, Londres sale ganando, porque el dinero se va hacia allí».

En Prince Street, justo enfrente de Prada, Matilde vende ponchos de punto con la bandera americana. Ella nunca ha pisado Wall Street. «Vivo desde los 23 años en Queens y tengo el estatus de residente, como no soy ciudadana, no puedo votar. ¿Crisis? Yo no la he notado mucho porque los turistas han sustituido a los neoyorquinos, que, es verdad, ahora compran menos. ¿Quién ganará? Espero que Obama. La comunidad latina vota demócrata. Todos menos los ricos de Miami».

_redacción