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Joseph Biden, el valor de experiencia

Mercedes Gallego

Joseph Biden, de 65 años, lleva más de la mitad de su vida en el Senado, y en cierto modo será para Obama lo que Dick Cheney para George W. Bush: un viejo tiburón que le ayudará a mover los hilos del Congreso, sólo que mucho más directo y liberal. Ambos aparecieron juntos en Springfield, la capital burocrática de Illinois, donde Obama anunció hace año y medio el comienzo de su "viaje improbable" para conquistar la Casa Blanca.

«Durante meses he buscado a un líder para finalizar juntos este viaje», dijo Obama allí donde todo empezó. Alguien que «comprenda las subidas de precios que enfrentan los trabajadores, que siempre ponga sus sueños por delante». Un hombre de «decencia fundamental», que «durante décadas ha traído el cambio a Washington, pero al que Washington no ha cambiado».

El elegido es un hombre blanco sin pelos en la lengua que ocupa el penúltimo puesto del Senado en cuanto a fortuna personal. Ayer mismo fue despachado a labrar la América rural y obrera que se resiste a la figura de quien él mismo ha llamado «el primer africanoamericano articulado, brillante, limpio y de buen parecer» que irrumpe en la política de EE UU. De hecho, esta declaración tachada de racista, que hiciese el año pasado al diario "New York Observer", fue el gran patinazo de su candidatura presidencial, finalizada tras los caucus de Iowa al quedar quinto, con menos del 1% de los votos.

Era su segundo intento; el primero había pinchado en 1987, cuando se descubrió que había plagiado un discurso del político laborista británico Neil Kinnock. Su oportunidad de «cambiar el mundo, no sólo EEUU» le llega ahora a través de Obama, que pretende reforzar con él la idea de rescatar el sueño americano para la clase trabajadora, en un momento en que la economía ha desplazado a Irak como la primera preocupación de los votantes. «De verdad, os lo digo con cada fibra de mi ser», entonó Biden en su primera aparición como candidato a vicepresidente. «Como nación no podemos soportar otros cuatro años de las mismas políticas fallidas de Bush-McCain».

La "papeleta de ensueño"

La prensa, que perseguía ansiosamente la noticia, llegó hasta Biden por eliminación. Opciones tan apasionantes como Bill Richardson, un político campechano con raíces aztecas que gobierna Nuevo México, destacado negociador internacional, había sido descartado hace tiempo por razones tan obvias como crueles: Impensable que EE UU entregase la Casa Blanca a un negro y a un hispano.

La llamada "papeleta de ensueño", con Hillary Clinton de segunda, tampoco llegó a la final. Eso se podía ver en la cara de la ex primera dama el viernes, ojerosa y despeinada, cuando habló extensamente ante las cámaras. Quienes conocían el secreto callaban, y quienes hablaban no sabían nada. La meticulosa senadora nunca habría aparecido en televisión con ese aspecto descuidado si estuviera a punto de resurgir. Fuentes de la campaña de Obama han asegurado que nunca estuvo vetada, pero tampoco llegó hasta la lista de finalistas.

Quienes sí lo hicieron fueron la gobernadora de Kansas Kathleen Sebelius, el diputado de Texas Chet Edwards, el senador de Indiana Evan Bayh y el gobernador de Virginia Tim Kain, a los que el comité de selección -compuesto por Caroline Kennedy, hija del presidente asesinado, y el abogado Eric Holder- llegó a pedirles su documentación fiscal y todo lo necesario para escrutar su pasado en busca de esqueletos. En sus estados respectivos ya se habían imprimido carteles electorales que añadían su nombre al de Obama. En deferencia, con tiempo se les anunció confidencialmente que no habían sido elegidos, y a medida que se marchaban los camiones de parabólicas y las hordas de reporteros de la puerta de sus mansiones, crecía la expectación frente a la del senador de Delaware finalmente escogido.

Biden ha definido al candidato demócrata como «un joven brillante que supera a John McCain en todas las áreas excepto en aquélla de la experiencia, donde la gente deduce por intuición que si tienes experiencia sabes más». Y ése es el lapsus que él viene a cubrir. Con sólo siete años menos que el septuagenario senador por Arizona que representa al Partido Republicano, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado es un hombre versado en política internacional que nunca confundiría suníes con shiíes, como McCain. Apenas visitó Georgia, donde se reunió con el presidente Mikhel Saakashvili, y volvió, según dijo Obama, «con una llamada de ayuda (para Georgia) y un duro mensaje para Rusia».

La campaña del republicano no ha tardado en explotar que se trata de una decisión basada en las debilidades del candidato. En la era de Internet, y en plena madrugada, la campaña de McCain tardó poco más de una hora en responder a la noticia con un nuevo anuncio de televisión, que empieza así: «¿Qué dice el compañero de Barack Obama sobre Barack Obama?», pregunta la voz en "off" al comienzo de 30 segundos devastadores. «No está preparado». Y sigue el narrador: «¿Y qué dice de John McCain? Me sentiría honrado de competir con él o contra él, este país estaría mejor con él».

El nuevo perro de caza de Obama ha tardado poco en darle la vuelta a sus palabras, consciente de que le toca hacer de policía malo para que el candidato presidencial pueda hacer la guerra a McCain sin perder su imagen. «Mi amigo John McCain me ha decepcionado», anunció Biden, «porque se ha entregado al ala más derechista para ceder ante las políticas sucias de su partido que antes deploraba».

Es sólo el principio. Si le ataca con la saña con que ha criticado a Bush por sus errores en Irak, donde tendrá que servir su hijo Bean en noviembre con la Guardia Nacional, la temperatura de la campaña subirá. Y nadie duda de que Obama necesita acelerar para despegarse del senador republicano que le pisa los talones en las encuestas.